Uno
de los problemas de nuestros tiempos es la incompetencia y fracaso de los hombres a ser verdaderamente hombres ante Dios. Las imágenes populares de la masculinidad son caricaturas, y la idea de "macho" ridícula y absurda.
Porque Dios creó al hombre, sólo Dios puede definir a un hombre. Las definiciones humanistas son, pues, perversiones que deforman a todos los que viven por ellas.
Según la Biblia, "el hombre" fue creado por Dios a su imagen, y "varón y hembra los creó" (Gn. 1:27). Esto
nos dice dos cosas: primero, la palabra "hombre" aquí es
inclusiva del varón y la mujer, de modo que, a pesar de la diferencia en
el momento de su creación, el varón y la mujer son semejantes entendidos como
"hombre" y como una unidad en el propósito de Dios. Segundo, aunque hay diferencias, ambos el varón y la mujer son creados a imagen de Dios. El
Catecismo Menor nos dice: "Dios creó al hombre, varón y hembra, según su
propia imagen, en conocimiento, justicia y santidad, con dominio sobre
las criaturas" (Gn. 1:27-28; Col. 3:10; Ef. 4:24). El
Catecismo Mayor (n. 20) nos dice también que la providencia de Dios
hacia el hombre incluye la responsabilidad, el matrimonio, la comunión
con Él mismo, el Día de Reposo, y el pacto de vida con su condición de
"obediencia perpetua." Así, el hombre es definido por Dios en términos de y en relación a El mismo.
Para
los hombres buscar una autodefinición es un pecado, y para que los
hombres definan a las mujeres en términos de ellos mismos, combinan el
pecado. En Efesios 5:21-33, tenemos un texto muy abusado con respecto al varón y la mujer. Es
importante notar que el mandamiento de amar es dado al hombre
con respecto a su esposa, no a la esposa con respecto a su esposo. A los esposos se les ordena amar a sus esposas como Cristo amó a la iglesia y se entregó a Sí mismo por ella. Así como Cristo es la cabeza de la iglesia para proteger y cuidar de ella, así también debe ser el marido. Su autoridad no es un hecho "gentil", uno de terner señorío sobre su esposa. La orden general para el varón y la mujer, para todos los cristianos en sus
relaciones es este "Someteos unos a otros en el temor de Dios." Hay por tanto una jerarquía de autoridades, en primer lugar Dios, y luego la comunidad. En
sus relaciones humanas, ellos han de ser "miembros los unos de los otros"
(Ef. 4:25), y, debido a esto, someter su voluntad al bien común en
Cristo.
Estamos llamados y obligados a servir a Dios incondicionalmente. No podemos, sin embargo, servir a un hombre así, porque tal obediencia sería una forma de idolatría. La
Escritura presenta a Sara, como el modelo para las esposas (1 Pedro
3:6), y, ciertamente, Sara habló claramente y francamente a Abraham
(Gn. 21:9-10), pero Dios, por lo menos en una ocasión le dijo a
Abraham "en todo lo que te dijere Sara, oye su voz," (Gn. 21:12). Para
una mujer permanecer en silencio y obediente al mal es un pecado,
es moralmente incorrecto, y la hace cómplice de la maldad.
Lamentablemente, tenemos demasiadas personas que promueven la idea de una obediencia incondicional y servil de las esposas a sus maridos; esto es promover la idolatría en el nombre de la fidelidad. Algunas
esposas son culpables de una súper obediencia como parte de una piedad falsa, ellas esperan que Dios las bendiga y les dé milagros si
ellas se hacen alfombrillas de sí mismas. Dios
creó a la mujer para ser la ayuda idónea del hombre en el mandato de dominio
(Gn. 2:18), no para ser su esclava, alfombrilla, o sirvienta idólatra. Además, el llamado del hombre, el varón y la mujer, es ser
responsable y rendir cuentas, supremamente a Dios, pero también el uno
al otro. Nuestro
Señor dice: "Porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará: y al que mucho se le haya confiado, mas se le pedirá"
(Lucas 12:48). Esto
significa que tanto el varón como la mujer, aunque especialmente los
varones, tienen responsabilidades muy grandes y una rendición de cuentas
del uno al otro: ellos no son suyos: ellos pertenecen a Cristo (1 Cor 6:19-20), y,
después de eso, uno al otro, de modo que el consentimiento mutuo es la premisa en todas las cosas,
incluyendo la abstinencia sexual o la actividad (1 Cor. 7:5).
Esta
premisa, que no somos nuestros (1 Cor. 6:19) está así aplicada a
todas las relaciones humanas, y especialmente al matrimonio. El varón y la mujer son responsables el uno al otro en el matrimonio, por lo
tanto la autoridad en el nivel humano implica "Someteos unos a otros en
el temor de Dios" (Ef. 5:21). Cuanto mayor es la responsabilidad, mayor es la rendición de cuentas, y mayor el ámbito de la rendición de cuentas. La rendición de cuentas de un senador es grande, pero no es igual a la de un presidente. La responsabilidad del marido es mayor que la de la esposa.
...
Hasta que los hombres se definan en términos del Señor, Su reino, la ley y la justicia, nuestros problemas de la sociedad no harán sino
aumentar. El hombre no tiene derecho a definirse a sí mismo. Dios hizo eso en el día de la creación.
Por R. J. Rushdoony
_________________________________________________________________
THE DEFINITION OF MAN
One of the problems of our time is the inadequacy and failure of men to be truly men under God. The popular images of masculinity are caricatures, and the "macho" idea ludicrous and absurd.
Because God created man, only God can define a man. The humanistic definitions are thus perversions which warp all who live by them.
According to the Bible, "man" was created by God in his image, and "male and female created He them" (Gen. 1:27). This tells us two things: first, the word "man" here is inclusive of male and female, so that, despite the difference in the time of their creation, male and female are alike comprehended as "man" and as a unity in god's purpose. Second, although there are differences, both male and female are created in God's image. The Shorter Catechism tells us, "God created man male and female, after His own image, in knowledge, righteousness, and holiness, with dominion over the creatures" (Gen. 1:27-28; Col. 3:10; Eph. 4:24). The Larger Catechism (no. 20) tells us also that the providence of God toward man includes responsibility, marriage, communion with Himself, the Sabbath, and the covenant of life with its requirement of "perpetual obedience." Thus, man is defined by God in terms of and in relation to Himself.
For men to seek self-definition is a sin, and for men to define women in terms of themselves compounds the sin. In Ephesians 5:21-33, we have a much abused text concerning male and female. It is important to note that the command to love is given to the man concerning his wife, not to the wife concerning her husband. Husbands are commanded to love their wives as Christ loved the church and give Himself for it. Even as Christ is the head of the church to protect and care for it, so too must the husband be. His headship is not a "gentile" fact, one of lording it over his wife. The general command to male and female, to all Christians in their relationships is this "submitting yourselves one to another in the fear of God." There is for both a hierarchy of authorities, first of all God, and then the community. In their human relationships, they are to be "members one of another" (Eph. 4:25), and, because of this, submit their will to the common good in Christ.
We are called and required to serve God unquestioningly. We cannot, however, serve any man so, for such an obedience would be a form of idolatry. Scripture presents Sarah as the model for wives (1 Peter 3:6), and certainly Sarah spoke plainly and bluntly to Abraham (Gen. 21:9-10), but God on at least one occasion told Abraham "in all that Sarah hath said unto thee, hearken unto her voice" (Gen. 21:12). For a woman to be silent and obedient to evil is a sin; it is morally wrong, and it makes her an accessory to the evil.
Unhappily, we have too many people promoting the idea of an unquestioning and servile obedience by wives to their husbands; this is to promote idolatry in the name of faithfulness. Some wives are guilty of a super-obedience as a part of a false piety; they expect God to bless them and give them miracles if they make doormats of themselves. God created the woman to be man's help-meet in the dominion mandate (Gen. 2:18), not to be his slave, doormat, or idolatrous servitor.
Moreover, the calling of man, man and female, is to be responsible and accountable, supremely to God, but also to one another. Our Lord says, "For unto whomsoever much is given, of him shall be much required: and to whom men have committed much, of him they will ask the more" (Luke 12:48). This means that both male and female, although especially males, have very great responsibilities and an accountability one to another: they are not their own: they belong to Christ (I Cor. 6:19-20), and, after that, to one another, so that mutual consent is the premise in all things, including sexual abstinence or activity (I Cor. 7:5).
This premise, that we are not our own (I Cor. 6:19), is thus applied to all human relations, and especially to marriage. Male and female are accountable one to another in marriage; headship thus on the human level involves "submitting yourselves one to another in the fear of God" (Eph. 5:21). The greater the responsibility the greater the accountability, and the greater the realm of accountability. The accountability of a senator is great, but not equal to that of a president. The accountability of the husband is greater than that of the wife.
...Until men define themselves in terms of the Lord, His kingdom, law and justice, our society troubles will only increase. Man has no right to define himself. God did that on the day of creation.
By R. J. Rushdoony
No comments:
Post a Comment