Tuesday, May 22, 2012

Crítica del Ministerio Juvenil Moderno (English)

   Si somos la luz del mundo, no debemos modelarnos tras el mundo. Pero cuando simplemente nos vemos atrapados en la acción, la Ciudad sobre un Monte desaparece en sus alrededores. Los no creyentes deberían mirarnos y ver claramente que el Señor está con nosotros. En su lugar, ellos ven las normas comprometidas en el nombre de la relevancia. Esto es dolorosamente cierto en la manera en que criamos a nuestros hijos. La iglesia evangélica de hoy tiene que arrepentirse del pensamiento no bíblico sobre la juventud y la forma en que van a ser entrenados.
    Para dar marcha atrás al curso actual, primero debemos realinear el objetivo que tenemos en mente para nuestros hijos. ¿Cómo queremos que resulten? Sobre la base de nuestra fundación, la grandeza de nuestros hijos debe superar mucho más a la nuestra, y nuestros nietos deberían ser criados incluso mejor que nuestros hijos. Ellos deberían tener una comprensión más profunda de la Palabra de Dios, su cosmovisión cristiana debería ser más fuertemente refinada, y su temor de Dios debería ser más profundo que el nuestro. La norma bíblica es nada menos que "una descendencia para Dios" (Mal. 2:15): descendientes de los cuales no seremos avergonzados, flechas afiladas que se levantan y contienden con nuestros enemigos en la puerta (Sal. 127:5).
   S
egundo, debemos reformar nuestro punto de vista de los requisitos para _e incluso la legitimidad de_ un "pastor de jóvenes." El modelo normativo en la Escritura implora a los jóvenes a emular los valores de sus mayores. Ellos deben respetarlos, ser instruidos por ellos y seguir su ejemplo. Tito 2:3 encarga a las mujeres de edad "asimismo" a amonestar a las mujeres más jóvenes. El término conectivo "asimismo", recuerda el encargo a los hombres mayores en el versículo anterior. Por lo tanto, los hombres mayores en la iglesia tienen en primer lugar la responsabilidad de la formación de los jóvenes, las mujeres mayores siguen "asimismo" en sus pasos. Por tanto, debemos rechazar la idea terrible del modelo de pastor de jóvenes como un extrovertido recientemente graduado, quien se ve a sí mismo y actúa como un estudiante de secundaria. Si nuestros jóvenes no pueden "relacionarse a" los hombres mayores, entonces estamos viendo la evidencia de que los hombres mayores han dejado caer la bola años atrás.
   T
ercero y lo más importante, es fundamental que los padres reconozcan que deben asumir la plena responsabilidad de sus hijos. Cuando se perpetúa la inmadurez, la iglesia no es la principal culpable, ni es culpa del magistrado. Las Escrituras no pueden ser más claras: el cargo de la crianza de los hijos en todos los ámbitos se da principalmente a los padres (Deut. 6:7, Ef. 6:4, passim). El ministerio juvenil responsable en la iglesia, aunque tal vez difícil de ejecutar, es fácil de entender: se trata de la enseñanza y la exhortación a los padres a criar a sus hijos bíblicamente.

...¿Qué pasa con los hijos de los incrédulos que están involucrados en nuestro ministerio de jóvenes? Dios ha sido realmente clemente para bendecir a algunos ministerios juveniles modernos con jóvenes verdaderamente convertidos de los hogares impíos. Por esto nos regocijamos gustosamente. Desafortunadamente, algunos pastores de jóvenes protegen celosamente sus ministerios de la invasión de la familia, y la salvación de los hijos de los incrédulos, son las defensas que ofrecen. Aquellos quienes argumentan de esta manera necesitan un recuerdo, de que las normas utilitarias no se deben establecer por encima de la Escritura; los éxitos en el ministerio juvenil, no deben buscarse al compromiso de lo que Dios ha revelado. La bendición del pacto de los hijos piadosos es garantizada primero a los padres, no a los pastores de jóvenes (ver Pr. 22:6, Hechos 2:39). De este modo, los jóvenes que vienen a Cristo por medios distintos de los padres piadosos son casos excepcionales, no los normales. No obstante, estos casos excepcionales, sí existen, y damos gracias a Dios por ellos.
   
Ministrar a los hijos de los no creyentes no tiene que ser tan difícil como parece. Estos hijos deben ser atraídos a asociarse con familias cristianas en vez de ministerios juveniles cristianos. Invítalos a cenar cuando pueden participar como invitado en la adoración regular de la familia. Tráelos a la adoración del domingo después de obtener permiso de sus padres, y ora por más oportunidades para ministrar a toda la familia del invitado. Anima al hijo a buscar el consejo de sus padres no creyentes, incluso en asuntos espirituales. El debe escribir a sus padres cartas de respecto. El debe buscar maneras de honrarlos públicamente. He conocido a familias enteras venir a Cristo de esta manera cuando los hijos comienzan a honrar y someterse a sus padres y madres impíos como Dios los ha llamado (ver Ef. 6:1-3).

...En esta discusión debería ser evidente que no estamos abogando por la abolición del ministerio juvenil. Por el contrario, deseamos que el ministerio juvenil crezca y florezca _ a la manera en que Dios lo diseñó. Esto significa que el ministerio juvenil debe volver a la casa, donde pertenece.
   
Siempre debemos recordar que las familias piadosas son un regalo del Señor. Aparte de la obra del Espíritu Santo, ningún programa de la juventud o la estrategia para la paternidad llegará a nada.

"Herencia de Jehová son los hijos.... Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos" (Salmo 127:3,5).

Por Christopher Schlecht

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Critique of Modern Youth Ministry

   If we are the light of the world, we must not pattern ourselves after the world. But when  we merely get caught up in the action, the City on a Hill fades into its surroundings. Unbelievers should look at us and clearly see  that the Lord is with us. Instead, they see compromised standards in the name of relevance. This is painfully true in the way we raise our children. The evangelical church today must repent of unbiblical thinking about youth and how they are to be trained.
   To reverse our present course, we must first realign the objective we have in mind for our kids. How do we want them to turn out? Building on our foundation, our children's greatness should far outweigh our own, and our grandchildren should be raised even better than our children. They should have deeper understanding of God's word, their Christian worldview should be more sharply refined, and their fear of God should be more profound than ours. The biblical standard is nothing short of "godly offspring" (Mal. 2:15): descendants of whom we will not be ashamed, sharp arrows who rise up and contend with our enemies at the gate (Ps. 127:5).
   Second, we must reform our view of the qualifications for _ and even the legitimacy of _ a "youth minister." The normative pattern in Scripture implores young people to emulate the values of their elders. They must respect them, be instructed by them and follow their example. Titus 2:3 charges older women to "likewise" admonish younger women. The connective term "likewise" recalls the charge to older men in the previous verse. Thus, older men in the church bear the first responsibility for training youth; the older women follow "likewise" in their steps. We must therefore reject the appalling notion of the model youth minister as a recent graduated extrovert who looks and acts just like a high schooler himself. If our youth cannot "relate to" older men, then we are seeing evidence of older men having dropped the ball years ago.
   Third and most importantly, it is critical that parents recognize that they bear full responsibility for their children. When immaturity is perpetuated, the church is not the primary culprit, nor is it the magistrate's fault. the Scriptures couldn't be more clear: the charge for bringing up children in every area is given primarily to parents (Deut. 6:7, Eph. 6:4, passim). Responsible youth ministry in the church, though perhaps difficult to execute, is simple to understand: it involves teaching and exhorting parents to raise their children biblically.
...What about children of unbelievers who are involved in our youth ministry? God has indeed been gracious to bless some modern youth ministries with truly converted young people from ungodly households. For this we gladly rejoice. Unfortunately, some youth ministries jealously guard their ministries from invasion of family, and the salvation of children of unbelievers are the defense that they offer. Those who argue this way need a reminder that utilitarian standards must not be set above Scripture; successes in youth ministry must not be sought to the compromise of what God has revealed. The covenant blessing of godly children is guaranteed first to parents, not to youth ministers (cf. Pr. 22:6, Acts 2:39). Thus, young people who come to Christ by means other than godly parenting are exceptional cases, not normal ones. Nonetheless, these exceptional cases do exist, and we thank God for them.
   Ministering to children of unbelievers need not to be as difficult as it seems. These children should be drawn to associate with Christian families rather than Christian youth ministries. Invite them over to dinner when they can participate as a guest in the family's regular worship. Bring them to Sunday worship after obtaining their parents' permission, and pray for more opportunities to minister to the guest's entire family. Encourage the child to seek the counsel of his unbelieving parents even in spiritual matters. He should write his parents letters of respect. He should seek ways to honor them publicly. I have known entire households to come to Christ in this manner when faithful children begin to honor and submit to their ungodly fathers and mothers as God has called them to (cf. Eph. 6:1-3).
...In this discussion it should be evident that we are not advocating the abolition of youth ministry. To the contrary, we desire that youth ministry grow and flourish _ the way God designed it to. This means that youth ministry must return to the home where it belongs.
   We should always remember that godly families are a gift from the Lord. Apart from the work of the Holy Spirit, no youth program or strategy for fatherhood will amount to anything.
"Children are a heritage from the Lord....Happy is the man who has his quiver full of them" (Ps. 127:3,5).

By Christopher Schlect   

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