Dos
casos de divorcio han llegado a mi conocimiento, los cuales condujeron a la salida de las esposas involucradas de sus iglesias reformadas,
porque los pastores se pronunciaron en contra de cualquier divorcio legítimo.
En
el primer caso, la esposa había vivido pacientemente con su esposo, quien
era un tanto prominente en la comunidad reformada, manteniendo oculto su
tratamiento muy impío de ella dentro de la familia. Ella había traído un moderado, aunque importante cantidad de dinero al matrimonio, una herencia. El se apropió de todo esto a lo largo de los años, para varias empresas de negocio. Algunas fallaron, otras no. En ningún caso hubo ningún tipo de reembolso, a pesar de lo prometido. De
cólera una noche a causa de su "importunar" (es decir, su reproche a
su extravagancia y la falta general de consideración), él se metió en la
habitación de su hija y trató de convencer y luego obligarla al incesto. La
hija y luego la madre lo impidiron; él le echó la culpa a su esposa por
"conducirle" a este acto, porque ella se había hecho a sí misma poco
atractiva por sus violaciónes de su autoridad masculina y el dominio.
El
pastor declaró que el divorcio no era posible, cuando la esposa le
consultó, porque no hay adulterio, el único supuestamente motivo "válido", había sucedido, porque la entrada exitosa no fue lograda. Era su obligación de volver a su esposo o de lo contrario enfrentarse a un juicio en el tribunal de la iglesia.
Ella dejó la iglesia, consiguió un divorcio, y perdió todo el respeto por esa iglesia.
En
el segundo caso, el esposo, un buen mecánico de automóviles amateur,
"preparó" el carro de su esposa para su descanso largo de fin de semana en
su cabaña de montaña, que se encontraba en una carretera estrecha y serpenteante, y montaña empinada. Ansioso por librarse de su esposa, él preparó el carro para un fallo en los frenos en su viaje de regreso. Debido
a que la cabaña estaba un desorden (amigos la habían ocupado recientemente), ella pasó un tiempo extra limpiando antes de descansar y decidió quedarse
más tiempo. Por
lo tanto, antes de su viaje de regreso descendente, los frenos ya se habían vaciado cuando apenas comenzó a salir del camino de la entrada, y se detuvo de
inmediato. El sabotaje se hizo posteriormente aparente, y ella también descubrió la razón de esto, la "otra mujer". Su esposo, siendo un "buen hombre", no había cometido adulterio: él quería a la otra mujer legalmente y correctamente.
Por lo tanto, ¡se le dijo a la esposa que no tenía ningún motivo para el divorcio! De estos pastores son el Reino de los Fariseos. La esposa dejó la iglesia y consiguió un divorcio.
Por Rousas John Rushdoony La Ley y La Sociedad p. 698
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Phariseeism and Divorce
Two cases of divorce have come to my attention, both of which led to
the departure of the wives involved from their reformed churches,
because the pastors ruled against any legitimate divorce.
In the first case, the wife had lived patiently with her husband, who was somewhat prominent in the reformed community,
keeping hidden his very ungodly treatment of her within the family. She
had brought a moderate though substantial amount of money into the
marriage, an inheritance. He appropriated all of it, over the years, for
various business ventures. Some failed, others did not. In no case was
there any repayment, although promised. In anger one night because of
her "nagging" (i.e., her rebuke at his extravagance and general lack of
thoughtfulness), he crept into his daughter's room and tried to coax and
then force her into incest. The daughter and then the mother
prevented this; he blamed his wife for "driving" him to this act, because she had made herself unappealing by her violations of his masculine authority and dominion.
The pastor ruled that no divorce was possible, when the wife consulted him, because no adultery, the only supposedly "valid" ground, had taken place, because successful entrance was not accomplished. It was her duty to return to her husband or else face trial in the church court.
She left the church, secured a divorce, and lost all respect for that church.
In the second case, the husband, a good amateur car mechanic, "prepared" his wife's car for her long week-end rest at their mountain cabin, which was on a narrow, winding, and steep mountain road. Anxious to be rid of his wife, he prepared the car for a brake failure on her return trip. Because the cabin was a mess (friends had occupied it recently), she spent extra time cleaning it before resting and decided to stay longer. Thus, before her downward return trip, the brakes were already gone when she barely started out of the driveway, and she stopped immediately. The sabotage became subsequently apparent, and she also discovered the reason for it, the "other woman." Her husband, being a "good man," had not committed adultery: he wanted the other woman legally and properly.
Hence, the wife was told that she had no ground for divorce! Of such pastors are the Kingdom of Pharisees. The wife left the church and secured a divorce.
By Rousas John Rushdoony Law and Society p. 698
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