Sunday, November 17, 2013

SALMO 1:3-6

  
El salmista muestra en lo que respecta a los que temen a Dios, que deben ser considerados felices, es decir, no porque disfrutan de una alegría efímera y vacía, sino porque están en una condición deseable. Es la bendición de Dios solamente, que conserva a cualquiera en un estado próspero.

  
Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae. Y todo lo que hace, prosperá. Con la ilustración de los fieles dando su fruto en su tiempo, el salmista quiere decir que los hijos de Dios constantemente florecen. Ellos siempre están regados con las influencias secretas de la gracia divina, de modo que todo lo que les pueda pasar es propicio para su salvation. Por otro lado, los impíos son llevados por la repentina tempestad o consumidos por el calor abrasador. Él expresa la plena madurez del fruto producido, mientras que, a pesar de que los malos pueden presentar el aspecto de la fecundidad precoz, sin embargo, no producen nada que llegue a la perfección.

   ¡
No así los malos! Que son como el tamo que arrebata el viento. La mente del salmista está reflexionando seriamente sobre la destrucción que aguarda a los impíos, y a la larga los alcanzará. El significado, por lo tanto es que a pesar de que los malos viven ahora con prosperidad, sin embargo, poco a poco serán como la paja, porque cuando el Señor los haya humillado, Él los esparcirá con el estallar de su ira.

   
Porque Jehová conoce el camino de los justos, mas la senda de los malos perecerá. El profeta enseña que una vida feliz depende de una buena conciencia. Ahora vemos cómo el salmista declara a los impíos ser miserables porque la felicidad es la bendición interna de una buena conciencia. Dios es el Juez del mundo. Otorgado esto, sigue que no puede sino estar bien con los rectos y justos, mientras que, por otro lado, la más terrible destrucción debe amenazar a los impíos. Por lo tanto, en vez de dejarnos engañar con su felicidad imaginaria, tengamos siempre, en circunstancias de angustia, ante nuestros ojos la providencia de Dios, a quien compete resolver los asuntos del mundo, y poner orden en la confusión. 


Por Juan Calvino    Extracto tomado de El Corazón Ardiente pg . 2
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PSALM 1:3-6

   The Psalmist shows in what respect those who fear God are to be accounted happy, namely, not because they enjoy an evanescent and empty gladness, but because they are in a desirable condition. It is the blessing of God alone which preserves any in a prosperous condition.
   He is like a tree planted by streams of water, which yields its fruit in season and whose leaf does not wither. Whatever he does prospers. With the figure of the faithful bringing forth their fruit in season, the Psalmist meant that the children of God constantly flourish. They are always watered with the secret influences of divine grace, so that whatever may happen to them is conducive to their salvation.On the other hand, the ungodly are carried away by the sudden tempest or consumed by the scorching heat. He expresses the full maturity of the fruit produced, whereas, although the ungodly may present the appearance of precocious fruitfulness, yet they produce nothing that comes to perfection.
   Not so the wicked! They are like chaff that the wind blows away. The Psalmist's mind is seriously pondering on the destruction which awaits the ungodly, and will at length overtake them. The meaning, therefore, is although the ungodly now live prosperously, yet by and by they shall be like chaff; for when the Lord has brought them low, he shall scatter them with the blast of his wrath.
   For the LORD watches over the way of the righteous, but the way of the wicked will perish. The prophet teaches that a happy life depends on a good conscience. We now see how the Psalmist pronounces the ungodly to be miserable because happiness is the inward blessing of a good conscience. God is the Judge of the world. Granting this, it follows that it cannot but be well with the upright and the just, while, on the other hand, the most terrible destruction must impend over the ungodly. Instead, therefore, of allowing ourselves to be deceived with their imaginary felicity, let us, in circumstances of distress, have ever before our eyes the providence of God, to whom it belongs to settle the affairs of the world, and to bring order out of confusion.

By John Calvin  Excerpt taken from Heart Aflame p. 2

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