Wednesday, April 16, 2014
La Resurrección
La fe bíblica concerniente a Jesucristo implica y requiere la creencia de que Él resucitó de entre los muertos en el mismo cuerpo que sufrió la crucifixión. Jesucristo, por su resurrección, destruyó el poder del pecado y de la muerte. Por otra parte, Él establece Su victoria sobre los reinos de ambos, el espíritu y la materia, venciendo al enemigo en todos los ámbitos.
Si Jesucristo sólo hubiera resucitado de entre los muertos como un espíritu, como un fantasma, entonces su única victoria y Su único poder salvador se limitarían al mundo del espíritu. Significaría que Él sería incapaz de responder a las oraciones referentes a las cosas materiales, porque Su poder se extendería sólo a las cosas espirituales. Significaría que su pueblo sería impotente contra los poderes de este mundo y sin una ley o un recurso en este mundo.
Pero, debido a que Jesucristo resucitó de entre los muertos, Él es el Señor de todos los señores, el Rey de todos los reyes, el dador de la ley y el gobernador supremo de todas las cosas, materiales y espirituales. La oración es eficaz porque Él es eficaz. Por tanto, podemos decir con el salmista: "Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar " (Sal. 46:1-2).
Por esta razón, desde los días de la iglesia primitiva, el Día de Resurrección ha sido una ocasión de gozo, ya que establece la certeza de nuestra victoria en y a través de Jesucristo. San Pablo, en cuanto a este hecho de la resurrección, alegremente pudo declarar: "¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?" (1 Co. 15:55).
El mundo hoy en día, ya que ha pasado de la fe en Dios a la fe en el hombre, ha pasado del gozo y la confianza al temor y la oscuridad. Nuestra prosperidad material no ha aumentado nuestro gozo, porque separado de la victoria cristiana, el gozo de vivir de un hombre se agota. Como San Juan dejó claro: "[E]sta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe" (1 Juan 5:4).
Nosotros, entonces, que somos el pueblo de la resurrección, debemos vivir en el gozo y la confianza de la victoria. Este es nuestro destino, la victoria. La vida es rara vez fácil, pero con Cristo nuestro Rey, siempre es buena. Generalmente, estamos en una batalla, porque los enemigos son muchos, y las fuerzas del mal reales, pero nuestra victoria ha sido asegurada y manifiestada por la resurrección de Jesucristo. Por tanto, podemos cantar con la iglesia primitiva: "Adán es recordado, la maldición es hecha nula; Eva es puesta en libertad, la muerte está muerta, y somos vivificados. Por lo cual en los himnos, exclamamos en voz alta: Bendito eres tú. Oh Cristo nuestro Dios."
Por R.J. Rushdoony Extracto tomado de Una Palabra Oportuna pg. 23
http://chalcedon.edu/
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The Resurrection
The Biblical faith concerning Jesus Christ involves and requires believing that He was raised from the dead in the same body which suffered crucifixion. Jesus Christ, by His resurrection, destroyed the power of sin and death. Moreover, He set forth His victory over realms of both spirit and matter, conquering the enemy in every realm.
If Jesus Christ had only risen from the dead as a spirit, as a ghost, then His only victory and His only saving power would be limited to the world of the spirit. It would mean that He would be helpless to answer prayers concerning material things, because his power would extend only to things spiritual. It would mean that His people would be helpless against the powers of this world and without a law or a recourse in this world.
But, because Jesus Christ rose from the dead, He is Lord over all lords, King over all kings, the lawgiver and the supreme governor of all things, material and spiritual. Prayer is effectual because He is effectual. We can therefore say with the psalmist: "God is our refuge and strength, a very present help in trouble. Therefore will not we fear, though the earth be removed, and though the mountains be carried into the midst of the sea" (Ps. 46:1-2).
For this reason, from the days of the early church on, the Day of Resurrection has been a time of joy because it sets forth the certainty of our victory in and through Jesus Christ. St. Paul, in terms of this fact of the resurrection, could happily declare, "o death, where is thy sting? O grave, where is thy victory?" (1 Cor. 15:55).
The world today, as it has moved from faith in God to faith in man, has moved from joy and confidence to fearfulness and darkness. Our material prosperity has not increased our joy, because, apart from the Christian victory, the joy of living drains out of a man. As St. John made clear, "[T]his is the victory that overcometh the world, even our faith" (1 John 5:4).
We, then, who are the people of the resurrection, must live in the joy and confidence of victory. This is our destiny, victory. Life is rarely easy, but, with Christ our King, it is always good. We are generally in a battle, because the enemies are many, and the forces of evil real, but our victory has been assured and manifested by the resurrection of Jesus Christ. We can therefore sing with the early church: "Adam is recalled, the curse is made void; Eve is set free, death is slain, and we are made alive. Wherefore in hymns we cry aloud: Blessed art thou. O Christ our God."
By R.J. Rushdoony Excerpt taken from A Word in Season p. 23
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