Wednesday, April 16, 2014
La Tolerancia e Intolerancia
Un amigo fue acusado de intolerancia por un colega, porque expresó su oposición a varios delitos sexuales. Él estaba preocupado brevemente por esta acusación hasta que de repente se dio cuenta de que este acusador mismo era salvajemente intolerante, intolerante en su caso del cristianismo.
La intolerancia es ineludible. Si somos cristianos y acatamos la Escritura, seremos intolerantes con el asesinato, el robo, el adulterio, el falso testimonio, y otros delitos contra el orden de Dios. Serán para nosotros una violación de nuestra libertad y el orden bajo Dios, y una opresión de los hombres piadosos.
Si, por el contrario, somos pecadores y transgresores de la ley por naturaleza, vamos a ser intolerantes con Dios y su pueblo, intolerantes de las leyes divinas y restricciones precisamente porque toleramos y amamos el pecado.
Nuestro Señor afirmó los asuntos claramente: "Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro" (Mt. 6:24). Es necesario que nosotros amemos a Dios y Su Palabra, y, si somos regenerados, es nuestra naturaleza hacerlo. Esto, por lo tanto, significa que odiamos el pecado y lo consideramos como una ofensa contra Dios y el hombre, y una violación intolerable del orden divino, que debe ser eliminado.
Del mismo modo, los que odian a Dios quieren eliminalo a Él y a nosotros, y todo lo que es un aspecto de la ley y el orden de Dios y la Palabra, de su universo. Ellos son salvajemente y amargamente intolerantes.
En otras palabras, lo que tú toleras dice mucho de ti. Identifica tus lealtades y tu amor, y clasifica tu naturaleza claramente. Los hombres son conocidos, no sólo por sus frutos, sino también por su amor y odio, su tolerancia e intolerancia.
Por R.J. Rushdoony Extracto tomado de Una Palabra Oportuna pg. 33
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Tolerance and Intolerance
A friend was accused of intolerance by an associate because he expressed his opposition to various sexual offenses. He was briefly troubled by this charge until he suddenly realized that this accuser was himself savagely intolerant, intolerant in his case of Christianity.
Intolerance is inescapable. If we are Christians and abide by Scripture, we will intolerant towards murder, theft, adultery, false witness, and other offenses against God's order. They will be to us a violation of our freedom and order under God, and an oppression of godly men.
If, on the other hand, we are sinners and lawbreakers by nature, we will be intolerant of God and His people, intolerant of godly laws and restrains precisely because we tolerate and love sin.
Our Lord stated the issues clearly: "No man can serve two masters: for either he will hate the one, and love the other; or else he will hold to the one, and despise the other" (Matt. 6:24). It is necessary for us to love God and His Word, and, if we are regenerate, it is our nature to do so. This means that we therefore hate sin and regard it as an offense against God and man and an intolerable violation of godly order which must be eliminated.
Similarly, those who hate God want to eliminate Him, and us, and everything which s an aspect of God's law and order and Word from their universe. They are savagely and bitterly intolerant.
In other words, what you tolerate says a great deal about you. It identifies your loyalties and your love, and it classifies your nature clearly. Men are known, not only by their fruits, but also by their love and hate, their tolerance and intolerance.
By R. J. Rushdoony Excerpt taken from A Word in Season p. 33
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La Resurrección
La fe bíblica concerniente a Jesucristo implica y requiere la creencia de que Él resucitó de entre los muertos en el mismo cuerpo que sufrió la crucifixión. Jesucristo, por su resurrección, destruyó el poder del pecado y de la muerte. Por otra parte, Él establece Su victoria sobre los reinos de ambos, el espíritu y la materia, venciendo al enemigo en todos los ámbitos.
Si Jesucristo sólo hubiera resucitado de entre los muertos como un espíritu, como un fantasma, entonces su única victoria y Su único poder salvador se limitarían al mundo del espíritu. Significaría que Él sería incapaz de responder a las oraciones referentes a las cosas materiales, porque Su poder se extendería sólo a las cosas espirituales. Significaría que su pueblo sería impotente contra los poderes de este mundo y sin una ley o un recurso en este mundo.
Pero, debido a que Jesucristo resucitó de entre los muertos, Él es el Señor de todos los señores, el Rey de todos los reyes, el dador de la ley y el gobernador supremo de todas las cosas, materiales y espirituales. La oración es eficaz porque Él es eficaz. Por tanto, podemos decir con el salmista: "Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar " (Sal. 46:1-2).
Por esta razón, desde los días de la iglesia primitiva, el Día de Resurrección ha sido una ocasión de gozo, ya que establece la certeza de nuestra victoria en y a través de Jesucristo. San Pablo, en cuanto a este hecho de la resurrección, alegremente pudo declarar: "¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?" (1 Co. 15:55).
El mundo hoy en día, ya que ha pasado de la fe en Dios a la fe en el hombre, ha pasado del gozo y la confianza al temor y la oscuridad. Nuestra prosperidad material no ha aumentado nuestro gozo, porque separado de la victoria cristiana, el gozo de vivir de un hombre se agota. Como San Juan dejó claro: "[E]sta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe" (1 Juan 5:4).
Nosotros, entonces, que somos el pueblo de la resurrección, debemos vivir en el gozo y la confianza de la victoria. Este es nuestro destino, la victoria. La vida es rara vez fácil, pero con Cristo nuestro Rey, siempre es buena. Generalmente, estamos en una batalla, porque los enemigos son muchos, y las fuerzas del mal reales, pero nuestra victoria ha sido asegurada y manifiestada por la resurrección de Jesucristo. Por tanto, podemos cantar con la iglesia primitiva: "Adán es recordado, la maldición es hecha nula; Eva es puesta en libertad, la muerte está muerta, y somos vivificados. Por lo cual en los himnos, exclamamos en voz alta: Bendito eres tú. Oh Cristo nuestro Dios."
Por R.J. Rushdoony Extracto tomado de Una Palabra Oportuna pg. 23
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The Resurrection
The Biblical faith concerning Jesus Christ involves and requires believing that He was raised from the dead in the same body which suffered crucifixion. Jesus Christ, by His resurrection, destroyed the power of sin and death. Moreover, He set forth His victory over realms of both spirit and matter, conquering the enemy in every realm.
If Jesus Christ had only risen from the dead as a spirit, as a ghost, then His only victory and His only saving power would be limited to the world of the spirit. It would mean that He would be helpless to answer prayers concerning material things, because his power would extend only to things spiritual. It would mean that His people would be helpless against the powers of this world and without a law or a recourse in this world.
But, because Jesus Christ rose from the dead, He is Lord over all lords, King over all kings, the lawgiver and the supreme governor of all things, material and spiritual. Prayer is effectual because He is effectual. We can therefore say with the psalmist: "God is our refuge and strength, a very present help in trouble. Therefore will not we fear, though the earth be removed, and though the mountains be carried into the midst of the sea" (Ps. 46:1-2).
For this reason, from the days of the early church on, the Day of Resurrection has been a time of joy because it sets forth the certainty of our victory in and through Jesus Christ. St. Paul, in terms of this fact of the resurrection, could happily declare, "o death, where is thy sting? O grave, where is thy victory?" (1 Cor. 15:55).
The world today, as it has moved from faith in God to faith in man, has moved from joy and confidence to fearfulness and darkness. Our material prosperity has not increased our joy, because, apart from the Christian victory, the joy of living drains out of a man. As St. John made clear, "[T]his is the victory that overcometh the world, even our faith" (1 John 5:4).
We, then, who are the people of the resurrection, must live in the joy and confidence of victory. This is our destiny, victory. Life is rarely easy, but, with Christ our King, it is always good. We are generally in a battle, because the enemies are many, and the forces of evil real, but our victory has been assured and manifested by the resurrection of Jesus Christ. We can therefore sing with the early church: "Adam is recalled, the curse is made void; Eve is set free, death is slain, and we are made alive. Wherefore in hymns we cry aloud: Blessed art thou. O Christ our God."
By R.J. Rushdoony Excerpt taken from A Word in Season p. 23
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Wednesday, April 9, 2014
El Precio de la Salvación
Hay una historia acerca de un joven príncipe que se convirtió en rey y luego trató seriamente de entender sus funciones. Tenía problemas, sin embargo para darle sentido a la economía. Cuanto más sus expertos le explicaban, más confuso se sentía. Por último, con disgusto, ordenó su silencio y exigió una explicación de diez palabras de la economía. En este momento, un cortesano habló diciendo: "Su Majestad, le puedo explicar la economía en nueve palabras. Es simplemente esto: No hay tal cosa como un almuerzo gratis." Exactamente así. Muchos de nuestros problemas del mundo hoy en día, derivan de una falta de comprensión de que no hay tal cosa como un almuerzo gratis: siempre hay alguien que paga mediante su trabajo, el dinero o los impuestos. No vamos a resolver nuestros problemas educativos y de beneficencia social hasta que no reconozcamos este hecho.
Pero lo mismo ocurre en la religión: no hay tal cosa como la salvación gratis. Cuando la Biblia habla acerca de la libertad, que no significa "sin costo"; más bien, su significado suele ser "sin restricción ni obligación," o también "liberado de la esclavitud." Por lo tanto, cuando se nos dice en Gálatas 5:1 que "en la libertad con que Cristo nos hizo libres," esto significa que, sin ninguna obligación obligándole a hacerlo, Cristo de Su gracia nos liberó de la esclavitud del pecado y de la muerte.
Es una falsificación de la Escritura decir que fue "gratis" en el sentido moderno, es decir, sin un costo o precio. Se nos dice enfáticamente que somos "comprados por precio" (1 Co. 6:20; 7:23); este precio fue la "sangre de Cristo" (1 P. 1:19). No fue una salvación sin costo, sino más bien la más costosa que uno pueda imaginar, requiriendo la muerte del unigénito Hijo de Dios. Fue un regalo para nosotros, y un regalo muy costoso.
Además, porque hemos sido "comprados por precio", debemos, por lo tanto, glorificar a Dios en nuestro cuerpo y espíritu, ya que han sido comprados por Dios a un precio tremendo y por lo tanto le pertenecen a Él (1 Co. 6:20). Por esta razón el Señor, tanto como nuestro Creador y nuestro Redentor, nos puede ordenar que tomemos la cruz de negarse a sí mismo y lo sigamos (Mt. 10:38; 16:24).
Por lo tanto, no hay tal cosa como una salvación gratis o sin costo. Además, no puede haber una respuesta gratis o sin costo al regalo de la salvación de Dios para nosotros. Se nos requiere agradecer y servir a Dios con todo nuestro corazón, mente, y ser, y darle nuestros diezmos y ofrendas. En nuestras relaciones con otros hombres, el principio es dar sin coerción o presión : "[D]e gracia recibisteis, dad de gracia" (Mt. 10:8)
La libertad en el sentido bíblico es siempre a un precio muy alto; es un regalo costoso, y requiere grandes cosas de nosotros. Cuando los hombres buscan la salvación sin un costo, encuentran la condenación, y cuando buscan la libertad sin un precio, se convierten rápidamente en esclavos.
Por R.J. Rushdoony Extracto tomado de Una Palabra Oportuna pg. 127
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The Price of Salvation
There is a story about a young prince who became king and then tried earnestly to understand his duties. He had trouble, however, in making sense of economics. The more his experts explained it to him, the more confused he became. Finally, in disgust, he ordered their silence and demanded a ten-word explanation of economics. At this point, a courtier spoke up saying, "Your Majesty, I can explain economics in nine words. It is simply this: there is no such thing as a free lunch." Exactly so. Many of our world problems today stem from a failure to understand that there is no such a thing as a free lunch: somebody always pays for it by his work, money, or taxes. We will not solve our educational and welfare problems until we recognize this fact.
But the same is true in religion: there is no such thing as free salvation. When the Bible speaks about freedom, it does not mean "without cost"; rather, its meaning is usually "without restraint or obligation," or else "freed from slavery." Thus, when we are told in Galatians 5:1 that "with freedom did Christ set us free," it means that, without any obligation compelling Him to do so, Christ of His grace freed us from the slavery of sin and death.
It is a falsification of Scripture to say that it was "free" in the modern sense, that is, without cost or price. We are emphatically told that we "are bought with a price" (1 Cor. 6:20; 7:23); this price was the "blood of Christ" (1 Pet. 1:19). It was not a costless salvation but rather the most costly one imaginable, requiring the death of the only begotten Son of God. It was a gift to us, and a very costly gift.
Moreover, because we have been "bought with a price," we must therefore glorify God in our body and spirit, because they have been bought by God at a fearful price and therefore belong to Him (1 Cor. 6:20). For this reason the Lord, both as our Creator and our Redeemer, can command us to take up the cross of self-denial and follow Him (Matt. 10:38; 16:24).
There is thus no such thing as a free or costless salvation. Moreover, there can be no free or costless response to God's gift of salvation to us. We are required to thank and serve God with all our heart, mind, and being, and to give Him our tithes and offerings. In our relations with other men, the principle is to give without coercion or pressure: "[F] reely ye have received, freely give" (Matt. 10:8).
Freedom in the Biblical sense is always at a price; it is a costly gift, and it requires great things of us. When men seek salvation without a cost, they find damnation, and when they seek freedom without a price, they quickly become slaves.
By R. J. Rushdoony Excerpt taken from A Word in Season p. 127
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