En
un momento dado en una audiencia ante el rey Agripa, San Pablo hace una
pregunta: "¿Se juzga entre vosotros cosa increíble que Dios resucite a los muertos?" (Hechos 26:8). El rey nunca respondió a esa pregunta.
Los hombres en ese tiempo, no se atrevían a cuestionar la resurrección de Jesucristo. Había demasiados testigos: en una ocasión los testigos numeraban "más de quinientos" (1 Co. 15:6). Más tarde, en la época apostólica, cuando los testigos habían
muerto en su mayoría, se hicieron observaciones escépticas porque los
testigos estaban con seguridad muertos.
¿Por qué, preguntó Pablo, es tan increíble la idea para ustedes? Los hombres creen en todo tipo de maravillas en el reino natural; ¿por qué el Dios que hizo todas las cosas, no sea capaz de más grandes maravillas?
Pero el mundo romano tenía un problema con la resurrección. Roma creía que el pináculo de todo el poder era el Imperio Romano; el Senado declaró que los hombres podrían convertirse en dioses, por lo que incluso los dioses eran criaturas de Roma. Para Roma creer en un poder que no es de este mundo, que controla todas las cosas, era anatema. Para
alguien a quien habían ejecutado por crucifixión, de haber resucitado de
entre los muertos, significaba que él tenía más poder que la Roma imperial.
Esto se negaron a creer, y pronto llamaron la noción, una superstición.
Roma se ha ido ahora, pero la pregunta permanece. El Cristo resucitado, como Rey de toda la creación, está por encima de todos los hombres y las naciones como su Señor. Todos sus poderes son como nada delante de su dominio y gobierno. Entonces, como Pablo lo resume, de hecho él es "el bienaventurado y
solo Soberano, Rey de reyes y Señor de señores" (1 Ti. 6:15).
Esto significa también que con el tiempo se doblará toda rodilla
delante de él, "y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para
gloria de Dios Padre" (Flp. 2:10-11).
Desde
antes de los tiempos de Roma, hasta ahora, las riendas del gobierno humano, han
estado a menudo en las manos del mal, con resultados lamentables. Detrás
de todo esto se encuentra el Señor resucitado, haciendo que todas las cosas
les ayudan a bien para su pueblo y Reino (Ro. 8:28). Por lo tanto, ¡regocijaos!
Por R.J. Rushdoony Extracto tomado de Una Palabra Oportuna, vol. 3 pg.7
http://chalcedon.edu/
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The Resurrection
At one point in a hearing before King Agrippa, St. Paul asks a question: "Why should it be thought a thing incredible with you, that God should raise the dead?" (Acts 26:8). The king never answered that question.
Men at that time did not dare question the resurrection of Jesus Christ. There were too many eyewitnesses: on one occasion the witnesses numbered "above five hundred" (1 Cor. 15:6). Later in the apostolic age, when the witnesses had mostly died, skeptical remarks were made because the witnesses were safely dead.
Why, asked Paul, is the idea so incredible to you? Men believe in all kinds of marvels in the natural realm; why should the God who made all things not be capable of greater wonders?
But the Roman world had a problem with the resurrection. Rome believed that the pinnacle of all power was the Roman Empire; the senate declared what men could become gods, so that even the gods were creatures of Rome. For Rome to believe in a power not of this world controlling all things was anathema. For someone whom they had executed by crucifixion to have risen from the dead meant that He had more power than imperial Rome. This they refused to believe, and they soon called the notion a superstition.
Rome is now gone, but the question remains. The risen Christ, as King of all creation, stands over all men and nations as their Lord. All their powers are as nothing before His dominion and government. Then, as Paul sums it up, indeed He "is the blessed and only Potentate, the King of kings, and the Lord of lords" (1 Tim. 6:15).
This means too that in time every knee shall bow before Him, "and that every tongue should confess that Jesus Christ is Lord, to the glory of God the Father" (Phil. 2:10-11).
From before Rome's day until now, the reins of human government have often been in evil hands, with sorry results. Behind all this stands the risen Lord, making all things work together for good for His people and Kingdom (Rom. 8:28). Therefore, rejoice!
By R.J. Rushdoony Excerpt taken from A Word in Season, Vol. 3 p.7
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