Friday, March 28, 2014
ORACIÓN POR LOS HIJOS - RELACIONES DAÑINAS
Tú nos has dicho en Tu Palabra, Padre celestial, que "Las malas compañías corrompen las buenas costumbres." Debido a esa verdad, tengo una profunda preocupación por la influencia corruptora que veo que ________ tiene en _________. En el nombre de mi señor Jesucristo, yo derrumbo todas las relaciones entre __________ y _________ que están siendo promovidas por el reino de las tinieblas. Pido al Señor Jesucristo cortar toda vinculación afectiva dañina que está ocurriendo entre __________ y __________. Te pido que tengas a bien traer soberanamente a la vida de _________ sólo aquellas amistades sanas que ayudarán el desarrollo espiritual y la integridad moral de _________. En el nombre y mérito de Jesús oro. Amén
por Mark I. Bubeck Extracto tomado de Oraciones de Lucha Espiritual
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PRAYER FOR CHILDREN - UNWHOLESOME RELATIONSHIPS
You have told us in Your Word, heavenly Father, that "Bad company corrupts good character." Because of that truth, I have deep concern for the corrupting influence I see _________ having on _________. In the name of my lord Jesus Christ, I pull down all relationships between __________ and _________ that are being promoted by the kingdom of darkness. I ask the Lord Jesus Christ to sever all of the unwholesome bonding that is taking place between __________ and ___________. I ask that You would sovereignly bring into _________ 's life only those wholesome friendships that will help __________'s spiritual development and moral integrity. In the name and worthiness of Jesus I pray. Amen
by Mark I. Bubeck Excerpt taken from Spiritual Warfare Prayers
Friday, March 21, 2014
Los Dos Diez Mandamientos
En 1847, sin embargo, otro grupo de diez mandamientos para el hombre y la sociedad fueron proclamados por Marx y Engels en el Manifiesto Comunista. Fue un programa declarado deliberadamente en diez puntos con el fin de proporcionar la "nueva ley" para la humanidad, para reemplazar a la Biblia y sus Diez Mandamientos. Los nuevos "diez mandamientos" de Marx pidieron por (1) la abolición de la propiedad privada de la tierra, (2) el impuesto a la renta, (3) la abolición de todos los derechos de herencia, (4) la confiscación de todos los bienes de los rebeldes y los emigrantes; (5) un monopolio nacional bancario y la concentración y la centralización del crédito en sus manos, (6) el control estatal de las comunicaciones y el transporte, (7) la propiedad estatal de las fábricas y los instrumentos de producción, (8) la responsabilidad igual de todos al trabajo y el establecimiento de ejércitos industriales, especialmente para la agricultura, (9) la combinación de la agricultura con la industria y la abolición de la distinción entre la ciudad y el campo, (10) la educación gratuita, además el trabajo infantil como parte de la educación. El resultado, Marx creía, sería un mundo maravilloso y feliz.
A excepción del llamado de Marx de una nueva forma de trabajo infantil, todos sus "diez mandamientos" están ahora en funcionamiento en parte o en su totalidad. El Manifiesto Comunista es una mejor descripción de nuestros objetivos políticos que de las plataformas partidarias. Pero, cuanto más nos acercamos al cielo comunista de Marx en la tierra, más se asemeja al infierno.
En toda sociedad, debe haber una ley básica, una ley fundamental que establece lo correcto e incorrecto. Esto, los Diez Mandamientos, ha hecho para la civilización occidental durante siglos. Ha hecho a Dios el supremo legislador, el Juez de lo correcto e incorrecto. Los Diez Mandamientos ha hecho la adoración, la familia, la propiedad y la integridad moral básica para el hombre y la sociedad. Ha sido la base de nuestros sistemas jurídicos, como T.R. Ingram ha demostrado en El Mundo Bajo la Ley de Dios.
Lo que Marx quería, y lo que la política moderna está haciendo, es romper la civilización cristiana para crear un nuevo orden, uno que no se basa ni en Dios ni en el carácter de Dios, la ley y la moral, sino en el ambientismo. El hombre no es un pecador, Marx creía, y no es culpa del hombre que falla: es su medio ambiente. Cambia el medio ambiente, cambia el mundo, y vas a cambiar al hombre, y el resultado será el paraíso en la tierra.
Dos sistemas de ley están en guerra hoy, dos conjuntos de Diez Mandamientos. Uno ofrece al hombre la buena vida por la fe, la moral piadosa y la ley. El otro ofrece la buena vida a través de la modificación del medio ambiente, es decir, por la acción revolucionaria. Para el cristiano el ambiente verdaderamente se puede cambiar cuando los hombres son cambiados, y estos hombres luego rehacen su mundo y lo colocan bajo la ley de Dios. Para los marxistas, los hombres son cambiados al cambiar el medio ambiente, porque el hombre es sólo un reflejo de su medio ambiente, no un señor sobre él. Entre estas dos posiciones no puede haber paz ni coexistencia.
Por R.J. Rushdoony Extracto tomado de Una Palabra Oportuna p. 77
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The Two Ten Commandments
When God gave the Ten Commandments to Moses, He instituted thereby the laws to govern man's relationship to God and to his fellow men. The first four commandments govern worship. The other six govern the family, property, man's speech and testimony ("Thou shalt not bear false witness against thy neighbour"), and the heart of man ("Thou shall not covet"). With the triumph of Christianity in the Western world, these laws became basic to all society, and the result was Christian civilization.
In 1847, however, another set of ten commandments for man and society were proclaimed by Marx and Engels in the Communist Manifesto. I was a program stated deliberately in ten points in order to provide the "new law" for mankind, to replace the Bible and its Ten Commandments. Marx' new "ten commandments" called for (1) abolition of private property in land; (2) the income tax; (3) abolition of all right of inheritance; (4) confiscation of all property of rebels and emigrants; (5) a national bank monopoly and concentration and centralization of credit in its hands; (6) state control of communications and transport; (7) state ownership of factories and instruments of production; (8) equal liability of all to labor and establishment of industrial armies, especially for agriculture; (9) combination of agriculture with industry and the abolition of the distinction between town and country; (10) free education, plus child labor as a part of education. The result, Marx believed, would be a wonderful and happy world.
Except for Marx' call for a new form of child labor, all his "ten commandments" are now in part or in whole in operation. The Communist Manifesto is a better description of our political goals than party platforms. But, the closer we get to Marx' communist heaven on earth, the more it resembles hell.
In every society, there must be a basic law, a fundamental law that establishes right and wrong. This the Ten Commandments has done for Western civilization for centuries. It has made God the ultimate law-giver, the Judge of right and wrong. The Ten Commandments has made worship, family, property, and moral integrity basic to man and society. It has been the foundation of our legal systems, as T.R. Ingram has shown in The World Under God's Law.
What Marx wanted, and what modern politics is doing, is to break up Christian civilization to create a new order, one based neither on God nor on godly character, law, and morality, but on environmentalism. Man is not a sinner, Marx believed, and it is not man's fault that he fails: it is his environment. Change the environment, change the world, and you will change man, and the result will be paradise on earth.
Two law systems are at war today, two sets of Ten Commandments. One offers man the good life through faith, godly morality, and law. The other offers the good life through changing the environment, that is, by revolutionary action. For the Christian the environment can only truly be changed as men are changed, and these men then remake their world and place it under God's law. For the Marxist men are changed by changing the environment, because man is only a reflex of his environment, not a lord over it. Between these two positions there can be no peace nor any coexistence.
By R. J. Rushdoony Excerpt taken from A Word in Season p. 77
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Friday, March 14, 2014
La Fe de San Patricio
Tengo un gran cariño y respeto por San Patricio, quien, en el siglo V, fue el gran misionero a Irlanda.
¿Qué hizo a San Patricio grande cuando muchos hombres de mucha mayor habilidad están hoy olvidados o apenas conocidos? Existían muchos eclesiásticos de mucho mayor aprendizaje que Patricio, mejor capacitados para el trabajo que él, y en todos los aspectos humanos su superiores. Mientras que Patricio era un hombre superior, si hubiéramos vivido en su día, habríamos escogido una cantidad de otros hombres, como mucho más probable de dejar sus huellas y alcanzar la grandeza.
Hubo, sin embargo, ciertas cosas que distingue a Patricio. En primer lugar, estaba su fe. R.P.C. Hanson, en su libro, San Patricio, escribe: "Patricio se da cuenta perfectamente que la providencia de Dios es bastante compatible con su encuentro del desastre y la muerte. Él está preparado para que suceda lo peor. Su fe en Dios no es una fe que Dios siempre obrará un milagro para salvarlo, sino una convicción de que él puede confiar totalmente en Dios para lograr un buen resultado pase lo que pase, la fe de un hombre que se había entregado totalmente a Dios." El Señor bendijo esa fe en gran medida.
Segundo, la iglesia en ese momento y un siglo después Patricio se vio enfrentado a los bárbaros salvajes que invadían las islas británicas. Muchos eclesiásticos temían y denunciaron a estos salvajes. San Patricio trabajó para convertirlos.
Tercero, San Patricio predicó tanto de la ira de Dios y del cuidado amoroso y la redención de Dios. Estaba dispuesto a denunciar y excomulgar a un tirano sin dudarlo, pero estaba igualmente dispuesto a hablar a menudo y con gozo de la gracia y la misericordia de Dios.
Cuarto, se dijo de San Patricio que él era un hombre de un libro, la Biblia, no porque él era un hombre ignorante, o uno no versado en el pensamiento de su época, sino porque todos sus conocimientos y experiencia fueron llevados a centrarse en una cosa, conocer y proclamar la Palabra de Dios.
Todo esto se remonta a la primera y principal cualidad de San Patricio, un hombre que "se entregó enteramente a Dios", y cuya palabra para el hombre era la Palabra de Dios. San Patricio sabía que su Dios es el verdadero y gran Dios, Señor de toda la creación, y en todo momento él actuó en la certeza de la victoria de Dios. Otros hombres estaban más impresionados por sus obstáculos y enemigos y menos impresionados en la práctica por Dios, y , a pesar de sus grandes habilidades, no pudieron lograr lo que San Patricio hizo.
¿Qué te impresiona más, Dios o tus problemas? ¿Por qué no seguir a San Patricio en su confianza en Dios?
Por R.J. Rushdoony Extracto tomado de Una Palabra Oportuna pg. 5
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The Faith of St. Patrick
I have a great affection and respect for St. Patrick, who, in the fifth century, was the great missionary to Ireland.
What made St. Patrick great when many men of far greater ability are today forgotten or barely known? There were many churchmen of far greater learning than Patrick, better trained for the job than he was, and in every human respect his superior. While Patrick was a superior man, if we had been living in his day, we would have picked a number of other men as far more likely to make their mark and achieve greatness.
There were, however, certain things which set Patrick apart. First of all, there was his faith. R.P.C. Hanson, in his book, St. Patrick, writes, "Patrick realizes perfectly well that God's providence is quite compatible with his meeting disaster and death. He is prepared for the worst to happen. His faith in God is not a faith that God will always work a miracle to save him, but a conviction that he can entirely trust God to bring about a good result whatever may happen, the faith of a man who has cast himself entirely on God." The Lord blessed that faith greatly.
Second, the church then and a century after Patrick was faced with savage barbarians invading the British Isles. Many churchmen feared and denounced these savages. St. Patrick worked to convert them.
Third, St. Patrick preaches both the wrath of god and God's redeeming and loving care. He was ready to denounce and excommunicate a tyrant without hesitation, but he was equally ready to speak often and joyfully about God's grace and mercy.
Fourth, it was said of St. Patrick that he was a man of one book, the Bible, not because he was an ignorant man, or one not versed in the thinking of his day, but because all his learning and experience were brought to focus on one thing, knowing and proclaiming the Word of God.
All this goes back to the first and foremost quality of St. Patrick, a man who "cast himself entirely upon God," and whose word to man was God's Word. St. Patrick knew that his God is the true and great God, Lord of all creation, and at all times he acted in the certainty of God's victory. Other men were more impressed by their obstacles and enemies and less impressed in practice by God, and, despite their great abilities, they failed to accomplish what St. Patrick did.
What impresses you the most, God or your problems? Why not follow St. Patrick in his trust in God?
By R. J. Rushdoony Excerpt taken from A Word in Season p. 5
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Friday, March 7, 2014
La Justicia Propia
Hace algunos años, tuve como vecinos a una pareja joven con serios problemas. La esposa era totalmente irresponsable. Ella tenía una bonita casa, tres lindos hijos, un esposo fiel y dedicado, y ayuda doméstica con las tareas del hogar a tiempo parcial. El marido y la empleada doméstica hacían gran parte del trabajo, y la esposa a veces desaparecía durante la noche, especialmente los fines de semana, con uno u otro "novio". Cuando el muy paciente marido finalmente amenazó acción legal y el divorcio, la mujer dijo, con un poco de cólera, "¿Cómo me puede hacer esto, después de todo lo que he hecho por él?" Su actitud fue que todo lo que hizo por él era un favor y que ¡debería estar agradecido!
No hace mucho tiempo, un joven mostró una reacción similar. Sus padres le habían proporcionado con una educación de excelencia, le ayudaron a comprar una casa igual a la suya, y él y su esposa recibieron unas vacaciones a Hawai, un carro nuevo cada tres años y aún más, sin embargo, él no cumplió con sus responsabilidades ordinarias como hombre. Cuando el padre exigía alguna acción responsable por parte del joven y su esposa, el hijo rechazó airadamente el consejo. "¿Qué has hecho tú por mí todos estos años?", se quejó. "Tú siempre estuviste demasiado ocupado para pasar tiempo conmigo antes, y ahora deseas manejar mi vida." Al hijo le habían dado una vida de hogar buena y disciplinada, una educación excelente, todo el tiempo y la atención que su padre podía permitirse, y más que un poco de dinero, pero ¡aún él podía quejarse!
La raíz de esta enfermedad moral es la justicia propia. El hombre con justicia propia ve todo mal con Dios, el mundo, y su familia, y nada de malo en sí mismo. El hombre con justicia propia tiene una respuesta revolucionaria a todos los problemas: todo a su alrededor tiene que cambiar, y él tiene que seguir siendo el mismo. Por definición, él mismo es el estándar supremo y el juez. El orden social debe ser revocado, sus padres despreciados, toda autoridad burlada, pero él insiste en seguir siendo el mismo: él está muy contento con su propia perfección.
Ellos están muy equivocados, seriamente y cruelmente equivocados, estos hombres que nos dicen que estos revolucionarios, viejos y jóvenes, en la política o en nuestros colegios, son jóvenes idealistas lindos. Son, más bien, tontos de justicia propia, dedicados a la proposición de que todo el mal está en el mundo alrededor de ellos y toda la justicia está en ellos mismos.
Esta es la razón por la que la Escritura es tan enfática al declarar que ningún hombre es salvo por la justicia propia, "por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado" (Gl. 2:16). Ningún hombre gana una salvación haciéndola uno mismo o la perfección. La salvación es la obra de Dios en el hombre, la justicia de Dios, no la justicia del propio esfuerzo del hombre. El hombre salvo busca conformarse a la Palabra y la voluntad de Dios; el hombre con justicia propia busca conformar a Dios y al mundo a su palabra y voluntad. El hombre con justicia propia hace su propia voluntad su ley; él reemplaza la ley de Dios con tradiciones hechas por el hombre de su propia invención.
Hoy en día, la justicia propia se ha convertido en virtud, viejos y jóvenes ocupados cultivándola. Estamos en problemas. El mundo de la justicia propia es un mundo de anarquía. La historia de la joven esposa tiene veinte años: algunos, pero no muchos, se aliaron con ella en aquella época. La historia del joven ocurrió el año pasado, la mayoría de las personas se aliaron con el hijo. Después de todo, dijeron, el hijo no es un criminal, y el padre debería estar agradecido; ¿a quién más le va a dejar su dinero?
Salomón describió a esta gente desde hace mucho tiempo: "Hay una generación limpia en su propia opinión, Si bien no se ha limpiado su inmundicia" (Pr. 30:12). El destino de estas personas debe ser eliminado de la historia por el juicio de Dios.
Por R.J. Rushdoony Extracto tomado de Una Palabra Oportuna pg. 3
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Self-Righteousness
Some years ago, I had as neighbors a young couple with serious problems. The wife was thoroughly irresponsible. She had a lovely home, three fine children, a faithful and devoted husband, and part-time help in housework. The husband and the help did much of the work, and the wife sometimes disappeared over night, especially on weekends, with one or another "boy friend." When the all too patient husband finally threatened court action and a divorce, the wife said, in some anger, "How can he do this to me, after all I've done for him?" Her attitude was that anything she did for him was a favor and he should be grateful!
Not too long ago, a young man showed a similar reaction. His parents had provided him with an excellent education, helped buy him a house equal to theirs, and given him and his wife a vacation to Hawaii, a new car every third year and still more, yet he failed to meet his ordinary responsibilities like a man. When the father demanded some responsible action from the young man and his wife, the son angrily rejected the advice. "What have you ever done for me all these years?" he complained. "You were always too busy working to spend time with me before, and now you want to run my life." The son had been given a good, disciplined home life, an excellent education, as much time and attention as his father could afford, and more than a little money, but he could still complain!
The root of this moral sickness is self-righteousness man sees everything wrong with God, the world, and his family, and nothing wrong with himself. The self-righteous man has a revolutionary answer for all problems: everything around him must change, and he must remain the same. By definition, he himself is the ultimate standard and judge. The social order must be overturned, his parents despised, and all authority flouted, but he insists on remaining the same: he is very pleased with his own perfection.
They are very wrong, seriously and viciously wrong, these men who tells us that these revolutionists, old and young, in politics or in our schools, are fine young idealists. They are, rather, self-righteous fools, dedicated to the proposition that all evil is in the world around them and all righteousness is in themselves.
This is why Scripture is so emphatic in declaring that no man is saved by self-righteousness, "for by the works of the law shall no flesh be justified" (Gal. 2:16). No man gains a do-it-yourself salvation or perfection. Salvation is the work of God in man, God's righteousness, not man's self-made righteousness. The saved man seeks to conform himself to the Word and will of God; the self-righteous man seeks to conform God and the world to his word and will. The self-righteous man makes his own will his law; he replaces the law of God with man-made traditions of his own devising.
Today, self-righteousness has been made a virtue, old and young busily cultivating it. We are in trouble. The world of self-righteousness is a world of anarchy. The story about the young wife is twenty years old: some, but not too many, sided with her then. The story of the young man comes from last year; most people sided with the son. After all, they said, the son is not a criminal, and the father should be grateful; who else is he going to leave his money to?
Solomon described these people long ago:"There is a generation that are pure in their own eyes, and yet is not washed from their filthiness" (Prov. 30:12). The destiny of such people is to be washed out of history by God's judgement.
By R. J. Rushdoony Excerpt taken from A Word in Season p. 3
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