Hace
unos veinte años, conocí como pastor a una mujer, su marido e hijos, cuyo padre era un oficial de la iglesia en una comunidad cercana,
en una iglesia "creyente en la Biblia". Cada domingo por la tarde y la noche, después de los servicios de adoración, este hombre se lamentaba por sus pecados. Nunca
había fornicado, cometido adulterio, fumado, tomado, engañado,
dado falso testimonio, etcétera, y había sido un marido ejemplar y
padre. Todo
pastor que había conocido tenía sólo dos tipos de mensajes, sin
embargo; primero, habían sermones con un tema de Juan 3:16, el
llamado a convertirse, y segundo, ésos con una acusación de los fieles por sus pecados, y un llamado al arrepentimiento.
Ahora ambos son temas grandiosos y básicos de la Escritura. Involucran los fundamentos de la fe. Pero ambos temas, tal como se presentan hoy, son pervertidos enormemente. Nuestra preocupación aquí es con el pecado y el arrepentimiento. Cuando
estaba en el pastorado de la iglesia, un oficial exigía regularmente que predicara
estos sermones porque Juana Peréz fuma, Juan Blanco bosteza a veces por causa de la Escuela Dominical, etcétera. Ningún hombre necesitaba arrepentimiento y conversión más que el hombre que me pedía que predique a la gente. (Más tarde él dejó la iglesia, con algunos empujes.)
Una
vez más, escucho regularmente sermones de los pastores que predican en
sus congregaciones por una variedad de razones sumamente refinadas, a menudo esfuerzos sutiles o desplegados para crear sentimientos de culpa en
lugar de la acción piadosa. El
anciano cuya hija yo conocía se lamentaba porque no podía orar cinco minutos
sin aburrirse y sin palabras; de alguna manera, esto lo hacía muy poco
espiritual. Tú puedes hablar por horas con tus amigos, su pastor declaró, con golpes, ¡pero no puedes hablar diez minutos con Dios! El anciano, con tal predicación, se sintió culpable permanentemente. El nunca tuvo instrucción para vivir todo el día con el Señor, su mente jamás abierta a Dios en la oración de oraciones.
Todo tal pecado y la predicación de arrepentimiento es pagano. Este
paganismo corre profundo en los círculos Reformados y arminianos, en el
pietismo y el catolicismo, en el medievalismo, y finalmente, en los
antiguos cultos paganos. En toda y cada forma, se suma a un mal: ninguna absolución. Si
tú convences a la gente de que son pecadores por razones no
bíblicas, como estar aburrido con tu predicación, o por no orar
treinta minutos, una hora o dos horas al día, entonces los cortas permanentemente de uno de los hechos más gloriosos de la Escritura: la absolución. Pablo declara enfáticamente:
Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo
Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu (Ro. 8:1)
¡Ninguna condenación! ¿Cómo pueden atreverse los hombres a condenar donde Dios no condena?
Por R.J. Rushdoony Extracto tomado de La Ley y La Sociedad Vol. II p. 613
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"NO CONDEMNATION"
Some twenty years ago, I knew as pastor a woman, her husband and children, whose father was a church officer in a nearby community, in a "Bible-believing" church. Every Sunday afternoon and evening, after worship services, this man grieved over his sins. He had never fornicated, committed adultery, smoked, drank, cheated, bore false witness, and so on, and had been an exemplary husband and father. Every pastor he had known had only two kinds of messages, however; first, there were sermons with a John 3:16 theme, the call to be converted, and second, those with an indictment of the faithful for their sins, and a call to repentance.
Now both are great and basic themes of Scripture. They involve the basics of the faith. But both themes, as presented today, are perverted grossly. Our concern here is with sin and repentance. When I was in the church pastorate, one officer regularly demanded that I preach such sermons because Jane Doe smokes, John Blank sometimes yawns through Sunday School, and so on. No man needed repentance and conversion more than the man who asked that I preach at people. (He later left the church, with some promptings.)
Again,I regularly hear of pastors preaching sermons at their congregations for a variety of highly refined reasons, often subtle or open efforts to create guilt feelings rather than godly action. The old man whose daughter I knew grieved because he could not pray five minutes without becoming bored and wordless; somehow, this made him very unspiritual. You can talk by the hour with your friends, his pastor declared, with thumps, but you can't talk ten minutes with God! The old man, with such preaching, felt permanently guilty. He never had instruction in living all day with the Lord, his mind ever open to God in sentence prayers.
All such sin and repentance preaching is pagan. This paganism runs deep in Reformed and Arminian circles, in pietism and Catholicism, in medievalism, and finally, in ancient pagan cults. In each and every form, it adds up to one evil: no absolution. If you convince people that they are sinners for non-Biblical reasons, such as being bored with your preaching, or for not praying thirty minutes, an hour, or two hours daily, then you cut them off permanently from one of the most glorious facts of Scripture: absolution. Paul declares emphatically:
There is therefore now no condemnation to them which are in Christ
Jesus, who walk not after the flesh, but after the Spirit (Rom. 8:1)
No condemnation! How can men dare to condemn where God does not condemn?
By R. J. Rushdoony Excerpt taken from Law and Society Vol. II p. 613
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